Reflexión #816: No

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Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. El te librará del lazo del cazador,De la peste destructora. (Salmos 91:2-3)

Es difícil oír la palabra no. Usted le suplica a Dios por cierta petitición, pero esta le es negada. En especial puede sentirse confuso, desilusionado e incluso cuestionar los propósitos de Dios al negársela si la petición en cuestión era santa o positiva.

Sin embargo, debe saber que cuando su voluntad y la de Dios se contradicen, usted llega instantaneamente a un punto decisivo. ¿Se obstinará en hacer las cosas a su manera o aceptará la dirección de Dios? ¿Ocupará usted el trono de su vida, o reconocerá que su Señor y Salvador es absolutamente soberano, bondadoso y sabio, y que nunca le hará daño?

Tenga por seguro que el «no» del Padre es tanto compasivo como bueno. Debido a su carácter santo y su amor infalible, Él siempre procura darle la dirección absolutamente perfecta a su vida. Usted tal vez no comprenda el porqué de su «no» en el momento, pero a la larga la entenderá. Y con seguridad se lo agradecerá por haberle evitado cometer un error.

Señor, tú eres mi autoridad, y sin que importe lo difícil que sea, acepto tu «no». Confío en que tú me guiarás de la mejor manera posible. Amén.

En su presencia… acepte su protección inquebrantable.

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