Reflexión #410: Levántate

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Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. (Mateo 9:6)

Una situación terrible es haber probado los manjares de la vida y, después, vivir de sus migajas. Así debe ser con los que un día participaron de la alegría de la salvación, pero, debido a los cuidados del mundo, perdieron de vista los valores espirituales.

“¡Ah, obispo! Quiero volver, pero no tengo fuerzas. Ore por mí.” Como si la oración resolviera el problema. No, no lo solucionará. ¿Qué tipo de oración va a imponer una actitud? ¿Qué tipo de oración va a obligar al caído a levantarse? Jesús le dio una orden al paralítico: “Levántate, toma tu cama, y vete…” (Mateo 9:6) Él no oró. Solo lo mandó a levantarse, a que tomara su cama y a que se fuera a su casa. Levantar, tomar e ir son actitudes individuales. La obediencia exige una acción personal.

No quiera ser cargado con su cruz. No acepte ser indolente y acomodado en la fe. Es imposible alcanzar los cielos sin renunciar al mundo. La oración de terceros no hace magia y no lo coloca de nuevo en la senda de la fe. A la senda de la fe se sube con el propio esfuerzo, con sus pies y manos. Con su sacrificio personal. Su oración sincera delante de Dios tiene mucha más fuerza de lo que usted se imagina. Su actitud y disposición a obedecer y seguir a pesar de las dificultades es lo que determinará el resultado que alcanzará.

Tome una actitud, no espere por nadie, no dependa de nadie. Sea sincero delante de Dios. Es esa fe la que le traerá fuerzas para mantenerse en la senda.