Reflexión #394: Esclavo de los hombres

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Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. (1 Corintios 7:23)

No dependa de nadie, no espere ayuda de los hombres. No saque su confianza en Dios para depositarla en las manos de un amigo, de un pariente, del jefe, de un político… No dirija su vida basado en la opinión ajena. Aquel de quien usted oye la voz, será su señor. No acepte comer de la mano de nadie. De ningún hombre, por más capacitado que parezca. Mucho menos de las dudas.

Pequeños errores, grandes dudas. Es de esta manera que el mal trabaja. Él ha usado pequeñeces y las ha mostrado como pecados casi imperdonables. Y queda martillando en la cabeza de la víctima todo el tiempo, especialmente cuando se busca a Dios. Acusaciones y más acusaciones.

La sangre del Señor Jesús fue el precio para sacarnos de la condición de esclavos del infierno, para la futura condición de reyes y sacerdotes para Dios. Él ya pagó el precio por su libertad. Si usted cree en Él, su problema ahora Le pertenece a Él, su vida es de Él.

Delante del Padre usted está limpio, lavado y purificado por Su sangre. Entonces, ¡no dé oídos a la acusación de nadie! “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” (1 Corintios 7:23) ¡Ni de las dudas!

No acepte comer de la mano de nadie, no les preste atención a las dudas. Sea siervo de Dios, no esclavo de las dudas o de los hombres.