Reflexión #346: Producir Raíces

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“Porque será como el árbol plantado junto a las aguas.” (Jeremías 17:8)

¡Los árboles que resisten a las tormentas no se propagan en invernaderos!

El árbol más fuerte no se encuentra al abrigo del bosque, sino en el campo raso
donde los vientos de todas las direcciones lo golpean, lo doblan y lo tuercen hasta
que se convierte en un gigante en estatura.

Se necesitan tormentas para producir raíces.

Allá en la pradera se yergue para refugiar las manadas y los rebaños. La tierra
alrededor del árbol se endurece. La lluvia ayuda poco porque el agua no penetra.

Pero llega la tormenta aterradora. Lo tuerce y doblega, y a veces casi lo arranca
de la tierra. Si el árbol pudiera hablar posiblemente se quejaría con amargura.
¿Debe la naturaleza escuchar y detener el proceso de la tormenta?

La tormenta casi dobla el árbol en dos. Ahora se enfurece y ruge. ¿Qué puede
significar semejante crueldad? ¿Es eso amor? Pero ¡esperemos!

Alrededor del árbol toda la tierra está movediza. Se han abierto abajo grandes
grietas en el suelo. Al inexperto, tal vez le parezcan heridas profundas. La lluvia
viene ahora con su tierno ministerio. Las heridas se llenan. La humedad penetra
hasta lo más profundo, alcanzando la última raíz. El sol brilla otra vez. Brota vida
nueva y vigorosa. Las raíces se profundizan más y más. Las ramas retoñan. De vez
en cuando se escucha algo que cruje y estalla como un balazo: ¡está creciendo a tal
punto que sus ropas ya no le quedan! ¡Se está convirtiendo en un gigante! ¡Está
echando raíces!

Este es el árbol del cual el mecánico quiere hacer sus herramientas, el árbol que
busca el fabricante de vagones.

Cuando usted vea un gigante espiritual piense en el camino por el cual ha tran-
sitado: no la senda soleada donde siempre hay flores silvestres, sino la senda
estrecha, empinada, pedregosa donde los estruendos del infierno casi le hacen per-
der su equilibrio, donde las piedras puntiagudas le hieren los pies, donde las espi-
nas salientes le rasguñan la frente y donde las serpientes venenosas silban por
todos lados.

El Señor provee raíces profundas para que haya ramas que se extiendan con amplitud.

¡Benditas sean las tormentas!