Reflexión #345: Un amor inquebrantable

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Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa, Y llena de bien al alma hambrienta. (Salmos 107:8-9)

¿Se siente amado por Dios? Permítame formular la pregunta de otra manera: ¿Sabía que es posible creer en Dios y entender que Dios le ama, sin sentirlo en realidad? De hecho, lo contrario también puede pasar: podemos decir que amamos a Dios, sabiendo al mismo tiempo que nuestros sentimientos de afecto hacia Él son limitados.

Hay una variedad de razones por las cuales un cristiano puede no sentir el amor de Dios o afecto por Él, algunas de las cuales provienen de experiencias de la infancia. Quizás el amor estuvo ausente en el hogar, o tal vez no fue expresado con palabras o de manera práctica. La personalidad de un individuo también podría ser parte de la ecuación: algunas personas son por naturaleza expresivas, mientras que otras son más reservadas en sus emociones.

Aunque esta discrepancia entre el conocimiento y la experiencia puede ser angustiante, hay esperanza. Meditar en todas las formas en que Dios ha demostrado su amor por usted, y pedirle que le ayude a percibirlo, puede comenzar a mover esa verdad de su cabeza a su corazón. Recuerde que el amor es la naturaleza intrínseca de Dios (1 Jn 4.8), no algo condicionado por nuestros méritos. Y si usted ha sido adoptado en la familia de Él por medio de la fe en su Hijo, Dios ha elegido colmarle de su bondad en Cristo.

Creer y aceptar que es amado por el Padre influirá sus sentimientos hacia Él. Comprométase a conocerlo de manera más personal por medio de su Palabra, y su amor por el Señor comenzará a crecer. Al pasar tiempo con Él en las Sagradas Escrituras y en la oración, descubrirá que el dicho “conocerlo es amarlo” es, sin duda, cierto en lo que se refiere a Dios.