Reflexión #275: La Fe De Un Niño

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“De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará
en él.” (Lucas 18:17)

No es infantilidad. Es simplicidad. El niño pequeño está dispuesto a obedecer la
voz de su padre. Obedece porque cree: cree porque depende de él; depende de él
porque sabe que es pequeño. Cree que en él encontrará todas las respuestas. Por
eso, pregunta todo. Quiere saber todo. Quiere entender.

Inocente, cree en todo lo que él dice. Jamás imagina que el padre o la madre
puedan lastimarlo. Tanto es así que los padres deben orientarlo a no hablar con ex-
traños. A no confiar en cualquiera. Si no confiara con tanta facilidad, no necesitaría
de esa orientación.

Cuando los padres hablan, él no duda. Está siempre abierto a aprender y a que-
rer colocar en práctica inmediatamente lo que el adulto le enseñó. Su mente es una
esponja, lista para absorber todo lo que le es enseñado. Es así que debemos recibir
al Reino de Dios. Sin dudas, sin desconfianzas.

El Señor Jesús es claro: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no en-
trará en él. No es opcional. Es la única manera. Abandonar la malicia. La malicia de
los desconfiados. La malicia de los religiosos. La malicia de los chismosos. Y
recibir el Reino de Dios como un niño. Con la pureza de un niño. Con la inocencia
y simplicidad de un niño. Es necesario humillarse delante de Dios en busca de ese
nuevo corazón. Si no fuera posible, Él no lo pediría.

Solo podremos entrar en el Reino de Dios si somos simples como un niño.