Ilustración: Las pescadoras y las flores

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Un grupo de pescadoras que estaban de vuelta a sus casas desde el mercado donde habían estado por la tarde, fueron sorprendidas por una pesada tormenta al anochecer y se vieron obligadas a refugiarse en una tienda de flores cercana.

La amable florista las alojó en cuarto donde había varias canastas con flores de dulce aroma para suministrar a sus clientes a la mañana siguiente. Pero la atmósfera del cuarto, llena con la fragancia de las flores, era demasiado buena para las pescadoras y como consecuencia no podían dormirse.

Al fin una de ellas sugirió un remedio. “vertamos un poco de agua en nuestras canastas de pescado vacías y pongamoslas cerca de nosotras. Eso mantendrá el olor de las flores alejado y no fastidiará nuestro sueño”.

Todas las demás estuvieron de acuerdo con la propuesta y así lo hicieron; pronto empezaron a roncar.

Así de poderosa es la influencia de un hábito. El alma mundana que se acostumbra a los pensamientos y entornos materialistas no puede respirar durante mucho tiempo en una atmósfera de pureza y renuncia sin sentirse incómoda y sin descanso.

Por el contrario, el alma que reposa en las bendiciones que Dios le entrega cada día, aún por pequeñas que parezcan, vivirá en el regocijo de contar con Su presencia y cuidado, con Su tranquilidad y Su descanso.

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3:22-25)

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