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Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. (Lucas 12:13-15)
En el versículo de hoy vemos a este hombre que vino a Jesús para que le ayudara a corregir a su hermano sobre la herencia, sin darse cuenta de que su hermano era el verdadero tesoro en su vida, y no las cosas que pudiera heredar.
A continuación, incluyo tres relaciones que nos hacen ricos:
Nuestra relación con Dios. Conocer a Dios hace a uno rico, sin importar cuántos recursos materiales podamos tener o no tener.
Nuestra relación con otros. Las personas, no las cosas, son los verdaderos tesoros en la vida. Honestamente, puedo decir que soy un hombre rico. Tengo familia y amigos que amo y que me aman. Las cosas pierden su significado y sirven como substituto muy pobre para las relaciones con la gente.
Nuestra relación con nuestro corazón. “Meditad en vuestro corazón”— declara el salmista en Salmos 4:4.
Algunas de las personas que el mundo llama ricos realmente son las personas más arruinadas en cuanto al tesoro más importante de todos.
Eso significa que debemos tener una buena comunicación con nuestro corazón, es decir, debemos conocer muy bien nuestro propio corazón. ¡No permita que usted y su corazón sean extraños!