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Palabra:
y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. (2 Crónicas 20:15)
Cuando las presiones le asaltan por todos lados, mantener su fe puede parecerle una batalla. Con seguridad, ya uno o dos de los problemas que usted enfrenta son lo suficientemente abrumadores. Sin embargo, conforme las circunstancias se deterioran, puede llegar a sentirse incluso más desequilibrado, oscilando de la confianza absoluta en el Señor a una duda profunda y llena de desesperanza cada vez que aparecen los problemas.
Tal vez así es como se sentía el rey Josafat cuando se enteró del inminente ataque de los moabitas, amonitas y meunitas. Incluso uno solo de esos ejércitos hubiera sido demasiado, pero defender a Judá contra esta invasión triple era absolutamente imposible.
Así que Josafat hizo lo único que siempre es sabio: buscó al Señor. Y el Señor le mostró a Josafat que la batalla no se ganaría con armas o estrategias, sino con alabanza (2 Crónicas 20).
De manera similar, los asuntos que le bombardean no están supeditados a sus recursos, sino a su enfoque. Estas no son batallas para librar. Este es el momento de mirar a Dios, confiar y obedecer. Así que estabilice su fe alabándolo cada vez que sienta que la duda se asoma. Luego observe con gozo la manera asombrosa en que él le libra.
Oración:
Señor, gracias por manejar por mí esta batalla abrumadora. Tú eres bueno, poderoso, sabio y capaz. En El Nombre de Jesús, Amén.