14 de Febrero: Verdadera riqueza

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Palabra diaria:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.  Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” (Lucas 16:19-24)

¿Cómo piensas que Dios observa la riqueza? ¿Si Él te diera una descripción de una persona rica para Él, cuál crees que sería? En mi caso pienso que su concepto de riqueza involucraría indudablemente a una persona llena de amor.  Aquel que procura buscar del Señor y reflejar en su obra diaria el propósito que ha puesto en su vida.

En el pasaje de hoy el hombre rico, da muestras de haber recibido grandes bendiciones expresadas en su riqueza material, sin embargo no es Él, aquel que termina siendo acogido, sino el mendigo, demostrando que la riqueza material no es lo que al final prevalece ante El Señor. La humildad del mendigo se contrasta con la vida exagerada de derroche y despilfarro llevada por el hombre rico, quien a su vez ignora la situación de escasez que rodeaba al hombre pobre.

La palabra de Dios es sabia y nos invita en consecuencia, a cosechar riquezas, a ser ricos pero ricos en Él. Conociéndolo, buscándolo, obedeciendo su disposición.

Cambiemos asi, el concepto de riqueza que el mundo nos presenta; ante la prosperidad ofrezcamos al necesitado y caminemos junto al Señor guiándonos en su palabra, para reflejar en nuestras vidas la mayor de las riquezas: El Amor de Dios por nosotros.

Oración:

Señor, Te agradezco las riquezas que has derramado en mi vida. Ayúdame a compartirlas para el bien de otros, de manera que ellos puedan conocerte, buscar de Ti y cosechar Tu infito amor que es la mayor de las riquezas. En El Nombre de Jesús,  Amén.

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