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Y el que creyere en él, no será avergonzado. 1 PEDRO 2.6
¿Puede usted decir hoy: «No se haga mi voluntad, sino la tuya»? ¿Puede entregarse de todo corazón al cuidado amoroso de Dios, sabiendo que lo que Él quiere y tiene para usted es mejor de lo que jamás podría buscar o hallar por sí mismo? Es una lección difícil, no hay duda alguna. Sin embargo, es lo que el Padre procura siempre enseñarle: una dependencia de Él completa y sin inhibiciones y una confianza en su amor, sabiduría y poder.
Por eso es que enfrenta hoy lo que está enfrentando. Una vez más, Dios le presenta una alternativa de fe. ¿Confiará en Él o procurará seguir su propio camino? ¿Aceptará lo que Dios le envía como un instrumento de discipulado para entrenarlo? ¿Dirá pase lo que pase: «Señor, instrúyeme; confío en ti incluso en esto»?
Espero que lo haga. No hay absolutamente nada mejor que pueda hacer que abandonarse a la voluntad, la provisión y la protección de Dios. Esa es la senda a través de la adversidad a una vida abundante, satisfactoria y gozosa.
Señor, sé que nunca me harás descarriar, sino que me ayudarás en gran manera, abundantemente, más allá de todo lo que pueda pedir o imaginar. Gracias por guiarme tan fielmente.
En su presencia… escoja la voluntad de Dios por encima de la suya.