¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?…
—Job 38:4
Cuando preparo mi casa para algún evento especial, me desanimo porque creo
que mis invitados no se dan cuenta de que limpio; solo notan cuando ven algo
sucio. Esto me trae a la mente una pregunta filosófica y espiritual más impor-
tante: ¿Por qué los humanos ven con más facilidad lo que está mal que lo que está
bien?
Pero luego, me doy cuenta de que actúo igual con Dios. Suelo concentrarme
en lo que no ha hecho, en lo que no tengo y en las situaciones que todavía
están sin resolver.
El libro de Job me recuerda que al Señor no le gusta esto, al igual que a mí.
Después de años de prosperidad, Job sufrió una serie de desastres. De repente,
estas cosas se transformaron en el centro de su vida y sus conversaciones. Por
último, Dios intervino y le hizo a Job varias preguntas difíciles, recordándole su
soberanía y todo lo que aquel patriarca no sabía ni había visto (Job 38–40).
Cuando empezamos a concentrarnos en lo negativo, procuremos detenernos
a considerar la vida de Job, y notar las maravillas que Dios ha hecho y sigue
haciendo.