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“Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros; estaremos alegres.” (Salmos 126:3)
Es fácil olvidarse de las grandes cosas que Dios hizo por nosotros. Solamente el hecho de que Él haya dado a Su Hijo para garantizarnos la vida ya sería suficiente para mantenernos alegres. Sin embargo, Él nos enseña a vivir por la fe, nos muestra Su misericordia, nos ofrece Su Espíritu, la paz interior, nos consuela, nos da un sueño tranquilo, la certeza de la victoria, una vida abundante y la salvación de nuestra alma.
Sí, debemos pedirle a Dios lo que queremos; debemos reclamarle el cumplimiento de Sus promesas, también, obviamente. Pero no podemos olvidarnos de ser agradecidos por lo que Él ya hizo, por lo que ha hecho y también por lo que hará – pues este es un paso de fe. Piense hoy en todas las cosas que Dios le hizo.
Agradezca por lo que Él ha hecho en su vida. Agradezca incluso por los problemas que le han permitido acercarse más a Dios y conocerlo mejor. Agradezca por las persecuciones, por las tribulaciones. Agradezca por el libramiento que Él le dará.
Usted notará una alegría inexplicable en su interior. No es una alegría común, un placer momentáneo o algo parecido. Esa alegría no tiene nada que ver con las de este mundo. Al contrario, es una alegría inexplicable, un gozo singular, que solo quien lo prueba sabe lo que es, pero no lo sabe explicar. Es la señal del Espíritu de Dios. El placer de ser llamado hijo por el Padre compensa cualquier tribulación. Esta es la alegría que nadie puede sacarle.
Sea agradecido por lo que Dios hizo en su vida.