y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret. (Mateo 2:23)
A veces hay un árbol saludable que crece de la roca desnuda, de una grieta que
apenas sostiene las raíces, justo en una de esas colinas donde no parece haber la
buena tierra suficiente como para llenar ni siquiera una carretilla. Sin embargo, la
copa de ese árbol se mantendrá verde en el verano más seco. Si uno escucha, po-
niendo su oído en la tierra, oirá un pequeño manantial que corre. Cada uno de
esos árboles tiene su propio manantial de agua viva; hay personas que son como
esos árboles.
Nuestro Señor Jesús vivió durante treinta años en medio de los sucesos de la pe-
queña aldea de Nazaret. Las aldeas pequeñas cuentan sus historias a través de los
detalles de eventos pequeños. ¡Y Él, el joven príncipe de gloria, estaba en el taller del
carpintero! Se movía en medio de tareas monótonas, obligaciones insignificantes,
rumores pueblerinos, negocios triviales y Él fue fiel en lo poco.
Si las cosas más pequeñas de la vida proporcionan tan abundantes oportu-
nidades para la lealtad más noble, toda nuestra vida abunda en posibilidad y pro-
mesa. Aun cuando nuestra casa esté amueblada con sencillez puede ser el hogar
del Señor todos los días de nuestra vida.