Reflexión #217: Guía Nuestro Camino

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“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió,” (Juan 6:38)

Dice el doctor F. B. Meyer que una noche oscura sin estrellas, cuando estaba
atravesando el canal irlandés, se paró en la cubierta junto al capitán y le pre-
guntó: “¿Cómo reconoce usted el puerto de Holyhead en una noche tan oscura
como ésta?” El capitán le contestó: “¿Ve usted esas tres luces? Las tres deben
estar en línea una detrás de la otra como una sola y cuando las vemos tan uni-
das sabemos la posición exacta de la entrada del puerto.”

Cuando queremos conocer la voluntad de Dios hay tres cosas que siempre coin-
ciden: el impulso interno, la Palabra de Dios y las circunstancias. Dios en el
corazón, impulsándolo a avanzar; Dios en el Libro, corroborando lo que dice en
el corazón; y Dios en las circunstancias, que siempre indican su voluntad.
Nunca comience hasta que estas tres cosas concuerden.

Deténgase en la encrucijada, listo para caminar o correr, y no tendrá que esperar
mucho tiempo.

Cuando no estamos muy seguros si doblar a la izquierda o a la derecha, ¿no
es una bendición que aparezca una señal a la vista? Si no hubiera señales
vagaríamos extraviados por muchos kilómetros y en la dirección equivocada si
no conocemos el camino.

Dios ha puesto sus señales en el camino desconocido y tortuoso de la vida.
Cuando estamos tropezando a ciegas con el peso de nuestra carga, Él guiará
nuestros pasos aunque la senda tenga curvas y recodos. De alguna manera Él
nos guía: por medio del Libro, de una canción, de un amigo . . . En las horas in-
ciertas y oscuras, no tenemos que tener temor. Cuando estemos en la encru-
cijada y haya que tomar decisiones, aunque la trayectoria sea desconocida y la
luz sea muy tenue, tenga la seguridad de que está por aparecer una señal en el
camino.