¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. (Santiago 5:13)
Lo admito: tiendo a recurrir a Dios con más rapidez en los momentos difíciles de la vida. Cuando las cosas están marchando mal, no dudo en correr a él para pedirle ayuda. Lo he hecho una y otra vez. No me da trabajo orar cuando parece que no hay salida. Y también le puedo decir que Dios nunca me ha fallado, ni una sola vez, nunca. Claro está, él se presenta a ayudarme a su manera y en su tiempo, pero nunca me ha dejado colgado.
Aquí está la parte extraña – al menos, yo pienso que es extraña- cuando el problema pasa, mis oraciones se reducen. Y cuando todo marcha bien, tiendo a apoyarme en mi propio poder y entendimiento. Entonces regresa la crisis, y otra vez me pongo de rodillas. Estoy casi seguro de que esto nos ocurre a muchos de nosotros. Nos inclinamos a pensar que es más fácil recurrir a Dios cuando sabemos que lo necesitamos. Tratamos de no molestarlo con nuestras pruebas diarias.
Sin embargo, Dios nos dice claramente en su Palabra que él quiere que recurramos a él en todas nuestras circunstancias, agradeciéndole por los momentos buenos y corriendo a él cuando los tiempos son malos. O podemos decir que lo que Dios quiere es que lo convirtamos en el centro de nuestras vidas. De esa manera, él siempre está con nosotros, sin importar lo que esté ocurriendo en nuestra vida.
Señor Dios, gracias por escucharme cuando oro y por estar conmigo en todos los momentos de mi vida.