“… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” (Hebreos 12:1)
Tenemos la obligación de despojarnos del peso que provoca la duda. La duda es la madre de todas las desgracias que existen sobre la faz de la Tierra. Cualquier actitud que usted tome con duda, será incorrecta. Sin embargo, en la fe, incluso la decisión incorrecta se vuelve correcta.
Hágase un bien a usted mismo: despójese de ese problema que trae consigo. Votos no cumplidos, rencores, inseguridades, miedo, malicia, desconfianza. Libé- rese de esos problemas, pues son pesos que usted ha cargado y que atrasan su caminata.
Agarre todos los sobres que tiene en su casa, de votos que no logró cumplir, pí- dale perdón a Dios por el voto precipitado y devuélvalo. Una vez que se liberó de aquella deuda, su fe quedará libre. Usted no puede ser más acusado por el diablo o por su conciencia.
Si tiene su vida atada por sentimientos de rencor contra terceros, necesita ser libre de esos sentimientos. Ha sido un ancla que le impide moverse. Pida perdón, ore por la persona que le hizo daño. Aunque sea difícil, hágalo. Usted tiene que hacer algo para despojarse de esa maldición. Lo mismo vale para la malicia, la des- confianza, los malos ojos. Esfuércese para ver solo el lado bueno de las personas.
¿Cuál es el peso que ha estorbado sus pasos? Libérese de eso hoy. Libérese hoy de ese peso que le impide avanzar.